Poco serio: el Congreso en modo reunión de consorcio

1 de febrero 2024 – 00:25

En las más de 11 horas en las que se extendió la primera parte del debate por la ley ómnibus, no hubo cuestión de forma y uso y costumbre de la práctica congresual que no se vulnerara. No hay antecedente de una sesión en la cual no hubiera un dictamen físico sobre el cual se trabajara.

Tras 11 horas de sesión, Diputados votó pasar a un cuarto intermedio hasta este jueves a las 12. 

Tras 11 horas de sesión, Diputados votó pasar a un cuarto intermedio hasta este jueves a las 12. 

IGNACIO PETUNCHI

El desarrollo de la primera sesión del Congreso para debatir la ley ómnibus estuvo atravesada por un inédito escándalo: en las más de 11 horas en las que se extendió la primera parte del debate no hubo cuestión de forma y uso y costumbre de la práctica congresual que no se vulnerara. No hay antecedente de una sesión en la cual no hubiera un dictamen físico sobre el cual se trabajara. Eso fue puesto de manifiesto por diputados de amplio espectro. Desde Carlos Heller hasta Miguel Ángel Pichetto que llegó al reclamo de que el oficialismo mínimamente cumpla con lo que prometió. Tener el dictamen que correspondía.

Las rarezas proliferaron. Una sesión armada al revés por el presidente de la Cámara Martín Menem, donde las cuestiones de privilegio tienen ineludible presencia al comienzo. No mechadas en su desarrollo. La cuestión de la “orden del día” en la que el secretario parlamentario comenzó a lanzar números que corresponderían con los artículos quitados del proyecto original exhibió la desprolijidad de lo que nunca debió ocurrir: no tener claramente delimitado el contenido de los artículos sobre los que se debate, de antemano.

La técnica parlamentaria tiene algunas consideraciones bien específicas: en la sesión no se debate sobre abstracciones, conjeturas, negociaciones en marcha o texto libre. Se apoyan en los dictámenes de comisión y se los somete a las votaciones con los cambios correspondientes pero que ocurran durante el debate y sobre un soporte específico que está reglamentariamente normado. El funcionamiento de la Honorable Cámara de Diputados se solventa en el proceso: dictamen, publicación, lectura del proyecto, miembro informante, debate, discurso y votación. Nada para inventar.

Párrafo aparte para los legisladores que apelaron a la lectura. El artículo 179 establece que “el orador, al hacer uso de la palabra, se dirigirá siempre al presidente o a los diputados en general, y deberá evitar en lo posible el designar a éstos por sus nombres. En la discusión de los asuntos, los discursos no podrán ser leídos. Se podrán utilizar apuntes y leer citas o documentos breves, directamente relacionados con el asunto en debate”. Leían.

La orden del día es la que sirve de guía a los diputados conteniendo los dictámenes de mayoría y de minoría y cualquier cambio ocurre durante la sesión. Hay cosas que no funcionan de cualquier manera. Una de ellas es el Congreso. Existen formalismos que no están escritos pero que siempre funcionaron de la misma forma. No es factible disfrazar la improvisación como una innovación. ¿Todo esto derivará en una anulación de lo que se defina? Improbable. Menem apeló constantemente a lo acordado con los jefes de bloque en labor parlamentaria. El resultado puede ser atribuido entonces a un desaguisado colectivo.

El producido bajo esta metodología que fue todo menos seria será la propia ley. Impugnable desde lo constitucional por su contenido, aunque no de cómo haya sido sancionada. El problema aquí es otro. Diputados se enteraron casi al cierre que el capítulo vinculado a la pesca había sido mutilado y podría todo haber pasado desapercibido si no hubiese ocurrido el show del dictamen blue y no hubiesen trascendidos las versiones del dictamen del 28 de enero. Las consecuencias políticas serán las que trasciendan a la sesión y serán las que pasarán factura, eventualmente, a una ley que nace destripada y puede quedar reducida a un tercio de como vio la luz.

Si la inexperiencia no es por sí misma una característica disvaliosa, vestirla con un manto de improvisación y sumarle arrogancia la convierte en un cóctel peligroso. Debe haber diferencias entre el funcionamiento del Congreso y una anárquica reunión de consorcio.

Si a eso se le agrega que la presidenta del Senado rechazó de plano el pedido de convocatoria a sesión especial para tratar el DNU 70/2023 solicitado por al menos 5 senadores como lo reglamenta la Cámara, el panorama, para las instituciones, se torna integralmente complejo.

Fuente Ambito

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