Venezuela en la política criolla: todo ganancia para Javier Milei; incomodidad para el PJ

Si el papelón del proceso electoral de Venezuela, con la posterior violencia en las calles y la escalada diplomática, le permite a Javier Milei tomar un rol protagónico entre los líderes regionales y de paso confrontar hacia adentro para reafirmar su identidad en oposición a Nicolás Maduro, al peronismo le ocurre todo lo contrario. Las distintas tribus optaron por el silencio, a pesar de la cantidad de elementos que fueron emergiendo para, de mínima, reclamar las actas del domingo.

El PJ y las variantes del progresismo latinoamericano, en el gobierno en Brasil, México, Colombia o Chile, quedaron en una posición incómoda ante lo ocurrido en Venezuela. Solo el chileno Gabriel Boric, identificado con la izquierda, reclamó “resultados verificables”, y tensó relaciones tras los muros del Palacio de La Moneda con sectores del Partido Comunista que avalan a Maduro. El mexicano Andrés Manuel López Obrador fue tibio y sostuvo que “hace falta” que la Cámara electoral venezolana difunda los resultados aunque cuestionó el “injerencismo” de terceros países.

Como fuera, para el peronismo, el clima de polarización que tantas veces impulsó para llevar agua a su molino le juega ahora una mala pasada. Quedó demasiado lejos el “hacerle el juego a la derecha” que se esbozaba tiempo atrás para emparentar a críticos cercanos con sus enemigos acérrimos. Es que la divisoria de aguas con Maduro como bisagra es todo ganancia en el plano doméstico para Milei, quien no titubeó en catalogarlo “dictador”. Quedó fortalecido incluso a pesar de ser un agitador del fraude casi permanente, como lo hizo en la previa de las elecciones nacionales que lo llevaron a la Presidencia. Era fraude si él no ganaba, había adelantado. Finamente, triunfó La Libertad Avanza. No obstante, en el caso Venezuela hay demasiados elementos para alzar la voz con más argumentos que la mera especulación. A la falta de actas se suma el pedido de detención a opositores, la proclamación de un ganador con un supuesto 80% escrutado, ruptura de plazos para denunciar en la Justicia incongruencias o anormalidades y un sinfín de etcéteras, incluso matemáticos respecto a cantidad de votos, porcentajes y proporcionalidades.

El peronismo intenta despegarse de Maduro, pero sin caer en la crítica al presidente (o expresidente) venezolano. Apenas la CGT, siempre ligada al Justicialismo, le reclamó a Maduro que exhiba las actas del escrutinio. Incluso, enviados gremiales a Caracas dicen por lo bajo que lo que ocurrió en el proceso electoral del domingo fue “un escándalo”. “Impedimento de ingresar a los lugares de votación a los opositores al momento del conteo, cambios de urnas, reemplazo de actas”, contaban desde Venezuela, aunque también sostenían que era “imposible” saber quién ganó justamente por la cantidad de maniobras para ocultar la información. Nada virtuoso ni transparente. También dirigentes como Alberto Fernández o Guillermo Moreno levantaron la mano con quejas, pero se trata de dirigentes de un peronismo hoy sin responsabilidad institucional.

En el PJ creen que Maduro no es -ni fue- un dirigente a la altura de su antecesor Hugo Chávez. Por otro, el partido se jacta de haber reconocido cada derrota electoral que lo sacó del Gobierno en Argentina. Incluso, lejos de las milicias bolivarianas, el propio fundador del Partido Justicialista, Juan Domingo Perón, evitó confrontar contra los militares que primero bombardearon la Plaza de Mayo y luego, meses después, terminaron encabezando el golpe de Estado de 1955. “Evitar derramamiento de sangre”, en sus propias palabras. Tampoco, es cierto, ayudan las declaraciones de Maduro cuestionando a Milei e intentando entonar la marcha peronista.

En el kirchnerismo aclaran que no van a hablar de Venezuela, y mientras aseguran que Milei debería estar mirando el hundimiento de las acciones argentinas, reconocen que “le viene bien” al Presidente en momento de caída de su imagen y crisis interna del oficialismo. En el gobierno bonaerense de Axel Kicillof creen que “no se puede opinar a la distancia por lo que se ve en televisión”. “Qué podemos saber desde La Plata de lo que pasa en Venezuela si ni siquiera se expidió Lula”, sostienen en despachos bonaerenses, donde hacen recuento de daños tras las declaraciones de Andrés Larroque (“Que Milei respete la voluntad popular”). Tampoco se oye al Frente Renovador, atrincherado. Sergio Massa recibió en su casa a Corina Machado, a Lilian Tintori y a Mitzy Capriles y fue declarado “persona no grata” por la Asamblea Nacional a instancias de Diosdado Cabello. Reconoció, en su momento, al gobierno de Leopoldo López y sostuvo que la gestión de Maduro era una “dictadura”. En cuarteles massistas afirman que no hace falta que se expida con esos antecedentes.

No obstante, el comunicado de la OEA que denuncia “la manipulación más aberrante” les pone presión a todos.

Acaso, la única ventaja para el PJ es que el 2025 está demasiado lejos. Y en tiempos de vorágine, los posicionamientos respecto a Venezuela quedarán en el olvido para la próxima elección local.

Fuente Ambito

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