El Ballet de la Opera de París acaba de retomar sus actividades después de la larga interrupción provocada por la pandemia. Es cierto que este retorno al escenario tiene
un carácter reducido en varios sentidos: piezas cortas, mucho menos público en la sala, muchos menos bailarines en el escenario.
Pero después de tantos meses casi inactivos -apenas las clases diarias, cada uno en su casa- , los bailarines sienten seguramente que están remontando a la superficie y pueden respirar después de pasar un tiempo bajo el agua… metafóricamente hablando.
Ludmila Pagliero es una de las primeras bailarinas del Ballet de la Opera de París, aunque la categoría exacta es “étoile” (en español, estrella); es decir, el rango más alto en la estructura jerárquica de esta compañía, la más antigua de Europa.
Ludmila Pagliero en París, en días prepandémicos. Foto: AFP
Es argentina, formada en el Instituto del Colón, y ha hecho su carrera profesional en la Opera; es la primera vez, vale la pena agregar, que una bailarina de nuestro país ha sido admitida allí. Para el primer programa de esta temporada atípica fue elegida como intérprete de uno de los pas de deux y también se le confió el rol de La muerte del cisne, la pieza solista más famosa de la historia del ballet, creada por Mijail Fokin en 1907 y que, atención, no tiene nada que ver con el célebre Lago de los cisnes.
Ludmila cuenta vivió este tiempo pandémico y cómo se prepara la compañía para el regreso.
-¿Cómo han atravesado el Ballet de la Opera en general, y vos en particular, estos últimos meses?
-Por un lado, estuvimos siempre en contacto con la dirección y nos sentimos muy acompañados en todos los cambios que fueron dándose; la temporada se suspendió hasta julio y se reprogramaron las vacaciones para que al regresar pudiéramos hacer las clases más intensamente antes de empezar a ensayar.
-Los escenarios, tanto de la Opera Garnier como de la Opera Bastilla, están en refacciones. ¿Dónde bailan, entonces?
-En un espacio que se armó cubriendo el foso de la orquesta y prolongándolo un poco hacia la platea. Tuvimos que organizar programas con dúos y solos y con menos público: los espectadores se sientan con una butaca por medio y con máscaras colocadas. Los programas son cortos y no hay intervalos que hagan que el público se concentre en los pasillos. Confiamos en poder hacer la producción completa de La bayadera en diciembre y retomar la temporada que hubo que suspender. Pero también, seguramente, te habrás enterado de que la situación en Europa está complicada. Estamos entrando en el invierno, una época difícil en esta situación, y no hay nada seguro sobre qué ocurrirá. Ahora volvieron a cerrarse los bares.
Desde París, Pagliero cuenta que aprovechó la cuarentena para ocupare de los arreglos de su casa para los que antes no tenía tiempo. Foto: Daniel Forneri
-¿Cómo es el protocolo en el Ballet de la Opera?
-Una vez a la semana nos hacen un test, y las clases y ensayos son con máscaras. Nos limita un poco, por supuesto, y no estamos “respirando” como antes. Pero podemos hacer las clases diarias, aunque divididas en grupos más pequeños; podemos ensayar y comunicarnos con el público. No es poco. Por otro lado, yo ensayo siempre con el mismo partenaire y en ese caso no usamos máscara.
-¿Cómo atravesaste la cuarentena?
-Me quedé en Francia, pero estuve en contacto con mis papás y mi hermana gracias al Zoom. No podía ir de visita a Buenos Aires porque no sabía si podía volver y aquí la situación iba cambiando de un modo que hacía difícil planificar algo. Así que me quedé en casa, haciendo esos arreglos para los que nunca tengo tiempo (se ríe).
En “La bella durmiente del bosque” interpretó el rol principal. La puesta fue en el teatro Argentino de La Plata. foto: Daniel Forneri.
-¿Cuánto han cambiado las costumbres y las relaciones entre la gente en general?
-Llevamos la máscara las 24 horas del día, o la tenemos a mano en la cartera o donde sea. La gente ya, prácticamente, no se saluda besándose y tampoco se toca.
Además del pas de deux de Hans van Manen que interpretó en el programa de estreno, bailó por primera vez La muerte del cisne.
-¿Qué significó para vos hacer este solo tan famoso y tan anhelado por una primera bailarina?
-Tuve toda la libertad para crear mi propia versión, siguiendo una pequeña línea de la dirección. Me inspiré en muchos de los que vi para crear el mío. Este solo dura unos pocos minutos, pero los vivo con una gran libertad personal. La muerte del cisne tiene una energía que está más relacionada con un estado emocional -ese cisne que va agonizando- que con mostrar algo estético. Fue muy lindo poder escribir unas “palabras” nuevas sobre algo que ya estaba escrito.
Obras de un minuto, por el Ballet del San Martín
SL
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